Publicado el 9 de septiembre de 2018 | El Nuevo Día
Por Marga Parés Arroyo
Muchos perdieron sus casas o no han podido repararlas tras el ciclón, por lo que se han visto en necesidad de buscar servicios básicos
Un nuevo perfil de personas sin hogar, así como de quienes urgen de ayuda para satisfacer necesidades básicas, se asoma a casi un año del huracán María.
El ciclón, que tocó suelo boricua el pasado 20 de septiembre, no solo estropeó estructuras e interrumpió servicios esenciales, sino que amplió aún más los márgenes de pobreza y las dificultades económicas para muchos.
Dentro de esta realidad, la experiencia de organizaciones sin fines de lucro que sirven a los más necesitados refleja que la pérdida de hogares, el desempleo y la inseguridad económica han empujado a personas que no requerían ayuda para subsistir a buscar albergue, comida y agua.
En los primeros seis meses de este año, 1,002 personas perdieron sus casas al no poder seguir pagando sus hipotecas, según la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras. El año pasado, las ejecuciones totalizaron 4,572, pese a que los tribunales estuvieron inoperantes en los meses inmediatamente posteriores al ciclón y a las moratorias concedidas por los bancos.
Otras familias quedaron sin techo al no tener dinero suficiente para reparar los daños ocasionados por María, ni cualificar para ayudas gubernamentales por carecer de títulos de propiedad.
Entre estos últimos está Cándido Beltrán Martínez, de 50 años y quien vivía en una pequeña estructura detrás de la casa de sus abuelos, en la barriada San José de San Juan.
“La tormenta ‘esbarató’ el techo y se inundó mi casa. Perdí todas mis cosas personales. He estado en dos hospedajes, pero he pasado ciertas dificultades. La vida en la calle es así”, dijo.
La semana pasada, Beltrán Martínez, junto a una vecina que lo ayuda en la búsqueda de documentos para gestionar asistencia gubernamental, acudió por primera vez a La Fondita de Jesús, en Santurce, para alimentarse.
Allí, contó a El Nuevo Día que su “último obstáculo” ha sido que, por no tener su certificado de nacimiento consigo, no ha podido solicitar una vivienda. “Duermo en aceras, en las escaleras de una iglesia y, a veces, en casas de amistades mías”, relató.
A su lado, Luis Santana, de 29 años, narró que, antes del ciclón, se refugió durante un tiempo en casa de su madre, pero volvió a las calles después. Actualmente, se hospeda con una mujer que conoció buscando servicios en La Fondita de Jesús.
“Lo que me falta es el papel del CRIM (Centro de Recaudación de Ingresos Municipales). Espero poder conseguir un apartamento”, dijo Santana, quien está en tratamiento de metadona y quiere darle un giro a su vida para ganarse el orgullo de sus dos hijos.
Aumentan los servicios
La nueva cara de la deambulancia incluye a parejas y familias enteras necesitadas de asistencia y personas pernoctando en carros. También, hay personas durmiendo en edificios abandonados como albergue temporero.
“En mis rondas (por las calles), he tenido un aumento de 30% (de personas necesitando ayuda). Han cambiado los perfiles. Por ejemplo, hay personas que tienen casa, pero solo las paredes”, dijo el senador independiente José Vargas Vidot, fundador de Iniciativa Comunitaria, organización que ofrece servicios de salud y rehabilitación.
“Muchos se embrollaron comprando lo que perdieron (y ahora no tienen dinero para vivir), y hay otros que perdieron vínculos con sus estructuras sociales (familias y vecinos) porque las personas más productivas (a su alrededor) emigraron.También hay gente joven que necesita comida y ropa. Es una versión nueva de la miseria”, agregó.
De acuerdo con Vargas Vidot, este nuevo perfil se concentra en personas de 26 a 30 años, que, además de las pérdidas del huracán, tienen antecedentes penales u otras situaciones que dificultan su recuperación. También, abundan personas mayores de 60 años, que no están acostumbradas a estar en la calle buscando ayuda.
Antes y después de María
Según el Conteo de Personas sin Hogar de 2017, a principios del año pasado, se encontraron 3,501 deambulantes en las calles de la isla. La noche antes de María, el 19 de septiembre de 2017, se hizo un registro a través del Homeless Management Information System, que identificó 2,284 personas sin hogar. Este sistema permite contabilizar servicios brindados a esta población.
Francisco Rodríguez, presidente ejecutivo de la Coalición de Coaliciones Pro Personas sin Hogar, informó que, después del huracán María, se ha encontrado a 1,377 personas sin hogar.
Un análisis de las cifras revela que el 75% o 1,028 de esas personas viven en las calles o albergues. Mientras, 28% (529) ha solicitado ayuda para el pago de renta y utilidades atrasadas. El 78% son varones, y el 65% tiene 35 años o más.
“Necesitábamos separar el antes y después del 20 de septiembre”, dijo Rodríguez, al explicar por qué calcularon estos números.
Informó que María también provocó el cierre de 10 organizaciones que atienden a esta población, quedando ciertas áreas del país, como la sureste, prácticamente desprovistas de servicios.
Lamentó que no se le haya permitido a personal de la Coalición entrar a los refugios a identificar participantes, y que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias no les haya entregado una lista de los refugiados.
“Se estima que, por cada persona sin hogar contabilizada, hay ocho que no se han contado. Entendemos que hay de 23,000 a 28,000 personas sin hogar, lo que tradicionalmente conocemos como deambulantes. Eso, sin contar este nuevo perfil (de personas sin hogar)”, indicó Vargas Vidot.
Dificultades
El personal de La Fondita de Jesús notó las nuevasnecesidades post-María mientras prestaba servicio en las comunidades, dijo su directora, Socorro Rivera Rosa.
“Empezamos a ver adultos y niños sin hogar. A muchos se les fueron los techos y están en un cuartito mojándose. También hay mucha persona mayor sola”, resaltó, para señalar que también ha habido un alza de norteamericanos buscando servicios.
Rivera Rosa lamentó que, por falta de una política pública local, organizaciones como la que dirige se rigen por parámetros federales que limitan el tipo de personas que pueden asistir. Por ejemplo, una mujer desempleada –no usuaria de drogas, ni víctima de violencia doméstica, ni con un problema de salud mental severo– no puede ubicarse en un albergue.
Por su parte, Luis Román, director de la Clínica de Salud Conductual de la Corporación Sanos, advirtió que, contrario a la opinión pública, no todas las personas sin hogar son usuarias de drogas.
“Los comportamientos han ido cambiando en la población. Hay mucha persona que perdió su hogar y no ha recibido ayuda”, dijo.
No son prioridad
Las trabajadoras sociales Glorivee Collazo y Elizabeth Majan señalaron que aún hay refugiados con familiares en viviendas donde se destaca el hacinamiento. Lamentaron que las personas sin hogar no están en las prioridades del gobierno y, con el huracán, pasaron a un plano más bajo en las solicitudes de vivienda.
“En la medida en que la situación económica crezca, van a haber más personas sin hogar”, sostuvo Román, quien urgió a que se minimice la burocracia de servicios esenciales, como albergues, especialmente para mujeres y la comunidad LGBTT.
Lissette Alonso, fundadora de La Perla del Gran Precio, señaló que entre las personas sin hogar hay muchas con condiciones de salud mental, aunque no todas.
“El reto de la disponibilidad de fondos es nuestro diario vivir. Hay hogares que han parado de admitir personas porque todavía están reparando lo que hizo María, pero los servicios continúan”, dijo, al coincidir en que deben facilitar los servicios y asignaciones de fondos a organizaciones que sirven a esta población.
Por su parte, Vargas Vidot indicó que, en dos a tres semanas, debe estar listo un Plan Nacional preliminar que aborde la deambulancia y establezca un protocolo uniforme que guíe los servicios. Este plan surge tras una resolución que busca reforzar la prevención, cuidado y reinserción social de personas sin hogar.
Al cierre de esta edición, fue imposible obtener una reacción de la secretaria de la Familia, Glorimar Andújar. Una petición de entrevista al secretario de la Vivienda, Fernando Gil, tampoco fue contestada.