#LaCalleHabla
Blog especial que recoge las reflexiones de nuestros voluntarios del programa Operación Compasión
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Había llovido todo el día como consecuencia de una vaguada que se extendería todo el fin de semana. Ya habían ocurrido inundaciones repentinas en varios lugares incluyendo la zona metropolitana de San Juan. Llegamos al punto de reunión –los ronderos lo bautizaron como la cueva– a las 7:30 p.m. bajo fuertes aguaceros. Cualquier persona sensata hubiese cancelado la ronda. Pero el sentido común nos decía que aquella noche y bajo aquellas condiciones los Compas y las Compis de la calle nos necesitarían más que nunca. Y así fue.
Luego de preparar lo que llevaríamos, salimos a la calle a las 10 de la noche, poco más o menos. Para nuestra sorpresa la lluvia torrencial se había detenido. Comenzamos a dar vueltas por Río Piedras, Hato Rey, Santurce sin encontrarnos ni un deambulante en nuestro camino. Detuvimos la marcha y oramos. Chaco hizo la siguiente petición:
–Señor permítenos ser la respuesta a la oración de alguien esta noche.
Entonces comenzaron a aparecer poco a poco, transitando por los caminos que no los llevan a ninguna parte: a pié, en bicicletas o arrastrando los carritos de supermercado. La pregunta siempre fue la misma;
–Amigo, ¿Deseas algo de comer?
Todos respondieron con humildad y gratitud;
–Bueno, si usted quiere…
La respuesta es perturbadora. Lo que nos decían era: “Yo no le estoy pidiendo, pero si usted quiere que yo no pase hambre ¿quién soy yo para oponerme?”
Entonces vimos y escuchamos algo que nos conmovió mucho. Un hombre sumido en el desamparo y miseria levantó un humilde sándwich que le dimos con sus dos manos, como un sacerdote que consagra la hostia en la misa, y dijo:
–Gracias Dios mío, esto es lo que te estaba pidiendo.
Escuchamos estas palabras o similares repetirse varias veces. Por increíble que pareciera, estábamos siendo la respuesta a las oraciones de mucha gente aquella noche tal como pedimos.
A eso de las 2:30 de la madrugada encontramos un grupo de hombres amontonados como hojas secas arrastradas por el viento en la parada del tren urbano en Centro Médico. Estaban tiritando de frío y hambre y divididos en dos subgrupos enemistados. No nos permitieron que los atendiéramos juntos. Los de allá no pueden acercarse a los de acá y viceversa. Así que mientras atendíamos a los primeros, los más jóvenes de los ronderos, –Chucho y Jesús Gabriel– como lo habían estado haciendo durante toda la jornada, sacaron el cuatro y la guitarra y le regalaron dos canciones. Los Compas agradecieron entusiasmados. Jesús Gabriel al verlos disfrutar tanto aquellas melodías les pregunta:
–¿Quieren escuchar alguna otra?
La respuesta, otra vez, nos sorprendió a todos:
–Gracias, pero mejor llévensela a aquellos que están allí. Ellos también necesitan.La calle siempre da lecciones. Los Compas fueron compasivos aún en la miseria y en la enemistad.
Tan pronto entregamos la última taza de chocolate caliente que teníamos disponible, en las inmediaciones de la estación del tren urbano en San Francisco, no nos dio tiempo a montarnos en el vehículo cuando comenzó a llover torrencialmente. Eran las 3:30 de la madrugada aproximadamente y Chaco sentenció:
–Esta es la señal inequívoca de que la ronda de hoy era hasta aquí.
Fue una noche húmeda y el frío calaba hasta los huesos. En esa ronda repartimos entre 60 y 80 frisas, pares de medias, kits de aseo, sándwiches y chocolate.
Pero fue mucho más lo que aprendimos y recibimos que lo que llevamos.
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Juan Félix Algarín Carmona
4 de febrero de 2022