Publicado el 17 de julio de 2015 | Primera Hora
Estas personas lo hicieron, conoce sus historias
Solemos merodear el mundo con gríngolas. No miramos al lado o atrás, avanzamos con dureza. Olvidamos dedicar tiempo para apreciar el panorama, para entender cómo a nuestro alrededor la persona sin hogar pasa hambre, el niño carece de cariño y el abatido no encuentra fortaleza para levantarse.
Pero hay quienes promueven el cambio día a día, gesto a gesto.
Francisco Sierra y Evelyn Rosa no tienen pinta de héroes, pero para decenas de niños y niñas, lo son. Hace tres años y medio, el matrimonio comenzó a realizar labor voluntaria en la Fundación Hogar Niñito Jesús, un albergue para infantes y niños que han sufrido maltrato, abuso sexual o abandono.
“Este es nuestro motor”, dijo Francisco, “el cariño y la alegría de estos niños es nuestra fuente de inspiración”. La meta de la pareja es brindar amor y estructura a estos pequeños, que nos necesitan más de lo que imaginamos.
¿Creemos en realidad en esa frase, esa se ha repetido tantas veces, que afirma que los niños son nuestro futuro? Hay quienes sí, y se enrollan las mangas para llenar la frase de sentido nuevamente.
Con esto en mente, Lourdes Piñero impactó positivamente a niños y niñas en Sabana Village en Río Piedras. Preocupada por la calidad y el alcance de la educación a temprana edad, la asistente de maestra retirada convirtió un espacio desocupado en una biblioteca y salón de tutorías.
La administración del complejo de vivienda, que maneja la entidad de base comunitaria Lucha, Inc., respaldó de inmediato la intención de la educadora. Se gestó un proyecto a favor de la educación comunitaria. “Aquí estamos todo el tiempo con nuestros niños, ayudándolos en lo que necesiten, especialmente en sus tareas escolares y en lo que tenga que ver con aprender y estar bien”, expresó Lourdes.
Sin embargo, no todos tienen el privilegio de llegar a la adultez bajo un techo seguro, con una buena educación o con las herramientas emocionales y psicológicas necesarias para enfrentar los retos de la vida.
La joven universitaria Lizaura Gómez es una de 300 personas que asiste a las rondas que lleva a cabo el programa Operación Compasión de Iniciativa Comunitaria para ayudar a personas sin hogar. Los voluntarios de la entidad entregan ropa, comida, medicamentos y artículos de curación a los indigentes. Pero más importante para ellos es repartir abrazos para establecer el contacto humano del que carecen estas personas. La meta es hacerlos sentir parte de una sociedad que, en su mayoría, los ignora o los desprecia.
“Para mí, antes eran tecatos, usaba esa palabra bastante fea. Delincuentes, quizá. Uno no los mira. Pero aquí empiezas a romper ideas que tenías, empiezas a ser una nueva persona”, relató.
Cada gesto de amor es una experiencia única que nos regala la oportunidad de crecer, de humanizarnos y de ser empáticos con los demás. Hoy celebramos los actos de Francisco y Evelyn, de Lourdes, de Lizaura. Pero Puerto Rico necesita más manos voluntarias que nos ayuden a forjar un mejor país. ¿Serás tú esa persona?