Publicado el 20 de septiembre de 2018 | El Nuevo Herald
Por Jim Wyss
Incluso antes de que el huracán María creara el caos en Puerto Rico, ya se desarrollaba una terrible crisis en la pintoresca isla.
Solamente meses antes de la tormenta, la primera encuesta completa de salud mental en la isla identificó que el 7.3 por ciento de la población sufre de “una enfermedad mental seria”, mucho más que el promedio nacional estadounidense, que es 4 por ciento.
Una recesión de 10 años, el alto índice de desempleo, la delincuencia y la sensación generalizada de impotencia habían hecho presa de la Isla del Encanto. Entonces llegó María.
Marilisa Celia García, una taxista de 44 años, dijo que ya sufría de depresión posparto y batallaba para sobrevivir cuando el huracán de Categoría 4 empeoró su situación.
Sin electricidad, agua potable ni comunicaciones fiables, la madre anciana de García falleció pocas semanas después de la tormenta debido a una neumonía no diagnosticada. Entonces a García se le murió un caballo y un pájaro, su matrimonio se desbarató y se quedó sin dinero.
“Entré en una depresión profunda”, dijo García desde su casa en Vieques, una isla al este de Puerto Rico. “Lloraba todos los días de mi vida. Y cada vez que veía a mi isla destruida, eso me llenaba de dolor”.
La tormenta tocó Puerto Rico el 20 de septiembre del 2017, con un saldo de casi 3,000 muertos. Las carreteras, puentes y la red eléctrica sufrieron daños graves. Un año más tarde, buena parte de los daños físicos se han reparado, pero expertos dicen que los daños emocionales y psicológicos pudieran demorar en sanar.
Sonia Santiago, psicóloga y profesora universitaria en San Juan, dijo que ha visto un aumento de casos de ansiedad, depresión y estrés postraumático a raíz de la tormenta. Algo que exacerba el problema es que muchos planes médicos locales no cubren terapia de salud mental o la hacen prohibitivamente cara, en una isla donde 43.5 por ciento de la población vive por debajo del nivel federal de pobreza.
“La gente se enfoca en sus necesidades inmediatas”, dijo Santiago. “La gente está más preocupada por comer que por ir a ver al psicólogo”.
Los desastres naturales pueden ser duros incluso para personas con más recursos que muchos puertorriqueños. Un estudio realizado por la Universidad de Albany después que el huracán Sandy afectó Nueva York en el 2012 identificó “un aumento significativo en visitas a la sala de emergencia por problemas de abuso de sustancias, psicosis, desórdenes del estado de ánimo y suicidios en la ciudad”.
En Puerto Rico, algunas viviendas estuvieron casi un año sin electricidad, e incluso ahora los apagones y problemas en las comunicaciones son comunes.
“Estamos viendo problemas serios de suicidio y violencia doméstica”, dijo Santiago. “Y eso no era tan común antes”.
Puerto Rico registró 254 suicidios el año pasado, un aumento de 28 por ciento en comparación con el 2016. Y este año va camino de igualar ese nivel, con 137 suicidios entre enero y julio.
Suzanne Roig Fuertes, jefa de la Administración de Servicios de Salud Mental y contra la Adicción de Puerto Rico, dijo que el alza en los suicidios del año pasado parece peor de lo que es en realidad porque la tasa del 2016 fue más baja de lo normal. Y el índice general de suicidios en la isla es más bajo que en el territorio continental de Estados Unidos. Pero incluso así, su despacho comenzó a notar un aumento en los suicidios a principios del año pasado, antes de la llegada de María.
“Estamos pasando por una profunda crisis financiera que nos afecta desde hace muchos años y entonces tuvimos que enfrentar dos huracanes seguidos”, dijo, refiriéndose al huracán Irma, que tocó el extremo este de la isla 20 días antes que María.
El gobierno ha respondido enviando brigadas de trabajadores sociales a recorrer las comunidades y compartir consejos de salud mental. También ha vuelto a activar su línea telefónica contra suicidios. En los días y semanas antes de María se recibían hasta 800 llamadas diarias. Ahora son unas 500, dijo.
“Incluso un suicidio ya es demasiado, y aunque seguimos teniendo demasiados, vamos a continuar este esfuerzo”, agregó Roig Fuertes.
Las organizaciones sin fines de lucro están dando un paso al frente. Save the Children, con sede en Estados Unidos, ha estado desarrollando un programa que ayuda a los jóvenes a hacer frente al estrés traumático provocado por los desastres naturales. El programa, llamado Journey of Hope, fue desarrollado después del huracán Katrina y se ha usado después de los huracanes Harvey y Sandy. Pero después de María, a diferencia de los otros desastres, investigadores en Puerto Rico notaron la acumulación de los efectos devastadores de la tormenta con los años de graves problemas económicos.
“Los padres [en Puerto Rico] ya estaban pasando por situaciones socioeconómicas muy difíciles antes de la tormenta”, dijo Barbara Ammirati, subdirectora de programas de Save the Children en Puerto Rico. “Esa inseguridad en su vida, la pérdida de empleos, el cierre de escuelas, el éxodo de jóvenes profesionales de la isla, María fue la gota que colmó la copa”.
Algunas veces los niños reaccionan al estrés dando marcha atrás en su desarrollo, como orinarse en la cama o no poder dormir solos. En algunos casos, dijo, ha encontrado niños tan pequeños como de 8 años que pensaron en suicidarse después de la tormenta porque “estaban completamente desesperados y preocupados por lo que pasaba su familia”.
Otro grupo vulnerable —los adictos a las drogas— también fueron severamente afectados.
Un día de semana reciente, el Dr. Daniel Santiago, médico de Iniciativa Comunitaria, entidad sin fines de lucro de San Juan, atendía las heridas ulceradas de un adicto a la heroína en las calles de la capital puertorriqueña. La organización, que también ofrece servicios médicos gratis en zonas rurales, dijo que ha visto un aumento en la cantidad de desamparados desde el paso de María. Y una vez que terminan en la calle, la gente muchas veces cae en las drogas.
“En todo Puerto Rico hemos visto exacerbarse los problemas sociales” desde María, dijo. “Es una población marginada que ahora está más marginada”.
La encuesta de salud mental identificó que 15 por ciento de los que sufren de “enfermedades mentales serias” también tenían problemas de abuso de sustancias. Y tratar de abordar un problema sin tratar el otro muchas veces no tiene sentido, explicó.
“La salud física siempre está vinculada con la salud mental, y viceversa”, dijo. “Muchos pacientes tienen hipertensión porque también tienen ansiedad. Así que si se puede tratar la ansiedad, entonces podemos reducir o controlar la hipertensión”.
Pero el dinero para tratar a los adictos ha sido escaso. Antes del paso de María, Iniciativa Comunitaria tenía instalaciones para el tratamiento de la adicción separadas para hombres y mujeres. Desde la tormenta, ha tenido que consolidarlas en medio de reducciones en los fondos tanto públicos como privados.
Para los sobrevivientes de María, las últimas semanas han sido particularmente dolorosas. En medio de la temporada de huracanes, algunos ven el aniversario con una sensación de angustia.
Liz Nazario, de 30 años y madre de dos hijos que vive en la devastada zona montañosa de Naranjito, dijo que hace poco fue al médico porque ha tenido dolores de cabeza, letargo y apretazón en el pecho. El diagnóstico: estaba completamente saludable pero sufría estrés debido al paso de María.
Nazario dice que una de las formas en que trata de hacer frene a la situación es aislándose del mundo.
“Ya no puedo mirar las noticias”, dijo. “Pensar en todo lo que hemos pasado me da mucha ansiedad y estrés”.
Este reportaje especial fue producido con el apoyo de The Rockefeller Foundation.