Publicado el 11 de febrero de 2019 | Primera Hora
Por Osman Pérez Méndez
Kamille, Gabriela, Jessica y Héctor emprenden una misión de vida para ayudar a adictos y personas sin hogar.
La temperatura estaba fresca. No eran muchos en la calle; la pertinaz llovizna provocó que se recogieran en sus casas temprano.
Mientras, un pequeño grupo de jóvenes se preparaba para dedicar su noche y madrugada a trabajar de manera voluntaria con la organización Iniciativa Comunitaria, llevando asistencia a aquellos más necesitados que viven en las calles de la zona metropolitana.
A eso de las 9:00 p.m., Kamille Camacho, Gabriela Roldán, Jessica Ortiz y Héctor Barreto se reunieron en “La Cueva”, como llaman a la edificación que sirve de sede de la organización en una comunidad de Río Piedras.
Esperaban algunos voluntarios más, pero por diversas razones no llegaron.
Todos los miembros del grupo son estudiantes. Kamille es salubrista y estudiante de naturopatía; Gabriela estudia biología en la UPR en Cayey; Jessica es estudiante de doctorado en química; y Héctor también cursa biología en la UPR en Cayey.
Allí pasan un rato organizando la salida. Preparan sándwiches y los colocan en bolsitas, alistan paquetes con productos de higiene, bultos con ropa, frisas.
En la cocina, mientras, preparan un gran termo de café y otro de jugo.
Por otra esquina arreglan un bulto médico y cajas con material para curaciones y limpieza de heridas y úlceras, primeros auxilios, jeringuillas y kits para que usuarios de drogas corran menos peligros a la hora de inyectarse, así como algunos medicamentos que se venden sin receta como pastillas para aliviar dolores.
Alguien llega, da un cordial saludo que Kamille corresponde con un abrazo. Habla bajito, mostrando respeto y agradecimiento. Recibe un paquete de aseo y Kamille se asegura que no le falte nada esencial. El hombre se despide regalando bendiciones.
En una mesa en el centro de la habitación que sirve de sala, poco a poco van acomodando en cajas todo lo que van llevar en su recorrido.
Detrás, una pizarra exhibe varios mensajes, algunos son frases motivadoras, otros números telefónicos de contacto para donaciones, voluntarios, así como una lista de las cosas que hacen falta: leche evaporada, azúcar, cajas plásticas para organizar, voluntarios para brigadas de limpieza, comida para mascotas, vasos de jugo.
En la puerta se escucha un inusual ruido. Al abrir se asoma Pirata, un flaco perro callejero, con la típica cabezota de mezcla de ‘pit bull’, una mirada tristona y las orejas cortadas de manera burda, de seguro por alguien sin conocimiento alguno de veterinaria. El can suele refugiarse allí, donde a todos los seres se le ofrece cobija, calor y alimento.
Kamille, quien lleva ya nueve años colaborando con Iniciativa Comunitaria y hace de líder del grupo, explica que todo lo que tienen allí para repartir, proviene de donaciones, de los mismos voluntarios, de familiares, amigos, y de otras personas que conocen de la labor que hace la organización.
“Aquí todo es a base de donaciones, todo”, comenta. “Son cosas que la gente sabe que no tienen utilidad para ellos, pero que todavía tienen uso. Así hemos podido sobrevivir hasta el sol de hoy. No hay ningún tipo de asignaciones ni nada de eso”.
“Como le digo a la gente, a veces tienes zapatos en la casa que ni usas, y por ahí hay alguien descalzo. Hay mucha necesidad. La gente asocia esto a las drogas, a problemas de salud mental, pero son muchas historias detrás de eso, de gente que se queda sin plan médico, sin trabajo. No hay sentido de comunidad, de ver a una persona en la calle y no le das ni una sonrisa”, lamenta.
Otra parada, en una estructura abandona. No sale nadie. Camino a la siguiente parada, la guagua se cruza con alguien que camina conversando alegremente con la botella que lleva en mano. Acepta, casi eufórico, un paquete de comida, y estalla en agradecimiento y bendiciones para el grupo.
Pasa la medianoche. Siguiente estación, junto a un puente bajo el cual viven decenas. Cuatro seres aguardan escondiéndose de la lluvia frente a un negocio. Varios se levantan al escuchar el grito salvador de “Iniciativa”, y acuden a buscar alimentos, café y alguna prenda de vestir.
Uno se queda sentado. Sus piernas están llenas de úlceras de las rodillas hacia abajo. Es una imagen que no pocos considerarían nada agradable y algunos quizás hasta repulsiva. “Buenas noches. ¿Quieres cura?”, pregunta Kamille. El hombre, de rostro triste y adolorido, asiente.
Héctor se acerca con una sillita. Gabriela y el periodista le asistimos. Poco a poco, con sumo cuidado, limpia primero las heridas. Luego le unta antibiótico, y le cubre las piernas, en un proceso que toma sobre 15 minutos. El participante, como prefieren llamarlos, luce con molestias, y comienza a desesperarse. Pide otro tipo de vendaje, que asegura le resulta más cómodo para cambiar.
“Yo con ese bulto de ustedes hace rato habría acabado”, dice frustrado. “Pero chico, cógelo suave. No me los trates mal, que los muchachos son nuevos”, contesta Kamille.
Por último, se le prepara una bolsa con todo lo necesario para que pueda curarse y cambiar los vendajes en los siguientes días. “No dejes de curarte”, se despide el grupo.
Avanzan las primeras horas del nuevo día, la guagua de Iniciativa Comunitaria continuará un rato más, atravesando las rutas y puntos de reunión de personas sin hogar, en Río Piedras, Carolina, Santurce, Condado.
Para estos voluntarios, y muchos otros que hacen labores similares en otros lugares de la Isla, la jornada de solidaridad hacia los más necesitados apenas va por la mitad.